Protagonizaron cruces espinosos durante este año y dejaron traslucir que tienen miradas diferentes sobre las problemáticas de la provincia y del país. Hay un asunto clave, sin embargo, en el que hay consenso: los principales candidatos a diputado nacional de Tucumán consideran que las milanesas, los guisos y las pastas de sus mamás son las mejores.
A una semana de la contienda por cuatro bancas en la Cámara Baja, los primeros postulantes de las listas en carrera hicieron un alto en la campaña. Dejaron de lado los gestos adustos de los afiches y se “derritieron” al recordar anécdotas con sus madres. Osvaldo Jaldo (Frente Justicialista), José Cano (Cambiemos para el Bicentenario), Ricardo Bussi (Fuerza Republicana) y Ariel Osatinsky (Frente de Izquierda) reflexionaron sobre el peso que sus figuras maternas tuvieron y aún tienen en sus vidas.
La perseverancia
Sin la influencia de su madre, probablemente Jaldo no sería hoy ni contador ni político. Recordó con cariño que ella era una “galleguita” que lo tenía bien “cortito” con el estudio y que, con el ejemplo, le inculcó la importancia de involucrarse en causas sociales. Expresó que como su papá era productor agropecuario, pasaba muchas horas fuera de la casa y que, entonces, el apoyo de su mamá fue clave. “Si hay algo que le debo es haberme recibido. Se me pasó por la cabeza abandonar para ir al campo y casi me obligó a seguir”, dijo agradecido. “El colegio estaba detrás de mi casa y profesor que pasaba, me buchoneaba sobre las notas. Mi vida era sufrir (se ríe). Hoy se lo agradezco. Lamentablemente, se fue muy joven. Me recibí en el 82 en la universidad y no pudo verlo”, recordó el tranqueño. Aludió así al accidente automovilístico en el que Delia Dalmacia García falleció, a los 46 años, cuando él era un veinteañero. Subrayó que de ella aprendió también la participación social.
“Era muy activa, si había comisiones o cooperadoras, ahí estaba. Se involucró en la construcción del colegio San Joaquín y en la compra de la antena para que en Trancas se viera televisión”, ejemplificó.
En la casa de los Jaldo a nadie se le pasaba por la cabeza comprar pan o pastas: todo era casero. Los tallarines eran la especialidad.
El esfuerzo
“Mi mamá tiene tremenda importancia en mi vida, nos enseñó que hay que esforzarse para conseguir los objetivos. Como buena maestra, cuando me había ido mal en una materia me preguntaba cuántos alumnos había en el grado y cuántos habían aprobado. Si eran 10, me decía que yo también podría haberlo hecho”, expresó Cano. Remarcó que vio cómo su mamá, Carmen “Chicha” Huerta, hizo muchos sacrificios para que él -es odontólogo- pudiera estudiar. “Hasta más allá de los 60 años enseñaba en la casa como maestra particular. Valoro sus consejos, pero fundamentalmente, su ejemplo”, ponderó. Recordó una divertida anécdota durante la campaña para la gobernación en 2015. Frente a periodistas, “Chicha” hizo un chiste y aseguró que no quería que su hijo ganara porque quería que esté más en su casa y no renegara. “Obviamente nos reímos. Lo dijo irónicamente y los periodistas no entendían nada. Yo hasta 2003 trabajaba en mi consultorio y no tenía tanta exposición. Hemos vivido momentos difíciles, como cuando tirotearon mi casa o le llevaron un ataúd con mi nombre. Ella se aflige mucho”, explicó.
“Chicha” tiene excelente mano para la cocina, contó, y destacó sus platos favoritos: el guiso de lentejas y las milanesas.
El pilar
“No te rindas, aún estas a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo”. Esta es una de las estrofas del texto “No te rindas”, de Mario Benedetti, que Josefina Bigolio recitaba a su hijo Ricardo Bussi. “Esa era mi madre. La extraño siempre”, reconoció el concejal sobre su madre, que falleció en 2015.
Remarcó que le debía los valores, los ejemplos, la fortaleza y la humildad. “Fue el amor en grado superlativo; origen y principio de todo, pilar fundamental del templo familiar. Allí donde falta, sobra el desconcierto, la tristeza y por qué no, el rumbo del barco familiar”, reflexionó.
Recordó, con cariño, que la comida que más le gustaba que su mamá preparara eran las milanesas con puré.´
La lucha
Cuando Christa Dickmann, una joven alemana, llegó a Tucumán había dejado atrás un país devastado por la posguerra. La capacidad que esa mujer tuvo para construir una vida después de una experiencia difícil y sin hablar una palabra de castellano es uno de los aspectos que Ariel Osatinsky admira de su mamá. “Nos inculcó a los tres hermanos valores muy importantes, como luchar por lo que es justo y no quedarnos callados. También el ser austeros. Siempre nos apoyó incondicionalmente en lo que hacemos”, afirmó el dirigente del Partido Obrero. Contó que, si bien ella no está involucrada en la política ni tiene un interés particular en ella, siempre le pregunta cómo van sus actividades partidarias y universitarias (encabeza el gremio de docentes e investigadores Adiunt).
Relató que no olvidará cómo su mamá los acompañaba en actividades relacionadas con el arte y el deporte. “Siempre nos llevaba a una escuelita de títeres y teatro en el parque 9 de julio, desde muy pequeños. O a los bares de allí a jugar. En verano íbamos a la pileta. Siempre estuvo muy presente”, agradeció. Ponderó el desempeño de Christa en el arte de cocinar.
“Me fascinan sus milanesas napolitana con papas fritas. Es realmente excelente. No es porque sea el hijo, pero tiene el don de la cocina, extraordinario. Todo lo contrario a mi, no saqué nada de eso, soy especialista en lavar los platos, tengo un postdoctorado en eso”, cerró, en medio de risas.